El Ruscus aculeatus presenta una curiosa adaptación al lugar dónde vive, un lugar más bien seco y sombrío. Ha solventado los dos grandes problemas, la falta de luz y agua, transformando sus tallos en "hojas" y reduciendo sus verdaderas hojas a la mínima expresión, unas pequeñas escamas que se secan y desprenden con facilidad. Así, evita la perdida del agua por ellas (transpiración a través de los numerosos estomas que suelen tener) y aumenta la superficie verde (sin o con menos estomas) capaz de realizar la fotosíntesis.
Aunque es resistente a la sequía, le gusta la humedad en el suelo en los periodos de calor, pero no los encharcamientos. En la época invernal prefiere riegos distanciados en el tiempo, dejando secar bien el substrato entre ellos. Su lugar será uno muy luminoso, pero sin luz solar directa o muy suave. Protegerla de fuertes heladas.
De la parte central de sus falsas "hojas", denominadas botánicamente filocladios, surge una pequeña espata en la que acaba mostrando su hermosa y pequeña floración, y en la que posteriormente colgará su fruto rojo característico, que es tóxico, al igual que sus "hojas" y raíces.
Disponibles en formato arbustivo de 70 - 80 cm de altura total, calzando una M-25 y en plena floración. A continuación unos ejemplos de las flores que adornan los filocladios.